jueves, 16 de junio de 2011

REGULACIÓN DE LA TEMPERATURA DE CALEFACCIÓN EN FUNCIÓN DE LA TEMPERATURA EXTERIOR

Las posibilidades de utilización eficaz de la energía dependen en gran medida del tipo de instalación que se proyecte y del sistema de regulación que esté equipada, de las condiciones climáticas, de las características térmicas de edificio y del tipo de ocupación de éste.

Para ello deberá elegirse adecuadamente el sistema de calefacción o climatización y respetar las presentes Instrucciones Técnicas en todos sus aspectos, especialmente en los que inciden en el CONSUMO DE ENERGÍA.

Por ese motivo es muy importante disponer de un sistema de regulación de temperatura del agua de calefacción en función de la temperatura exterior.

Debemos comprender que el calor aportado por los radiadores se divide en dos partes fundamentales: EL CALOR NECESARIO PARA CALENTAR EL AMBIENTE- que a su vez, se subdivide en : calor absorbido por los enseres que se encuentran en una habitación y el calor necesario para calentar el aire de la misma- y EL CALOR DISIPADO Y TRANSMITIDO POR LAS PAREDES, TECHOS, VENTANAS, SUELOS Y PUERTAS al ambiente exterior. El segundo, más importante, depende de las características del edificio y de su aislamiento, así como fundamentalmente, de la temperatura exterior en la que se encuentre inmerso el edificio.

Al depender el calor aportado de la temperatura exterior, es necesario ver con claridad que cuando esta es mínima, la disipación será máxima y viceversa, es decir, con temperaturas mínimas la disipación será alta: a través de las paredes se escaparán al exterior muchas calorías y los radiadores tendrán que aportar calor con todas sus energías para poder mantener la temperatura ambiente.

A medida que la temperatura aumenta, la transmisión decrece hasta desaparecer o anularse en el momento en que dicha temperatura se iguala con la temperatura interior.

Entendiendo este proceso natural, será facilmente comprensible que los radiadores deben de emitir calor gradualmente, en sentido decreciente, al aumentar la temperatura exterior, y en sentido creciente, al disminuir. Por lo tanto, para que su aportación de calor en más o en menos sea progresiva, sin saltos térmicos bruscos capaces de desequilibrar la temperatura ambiente, deben de ser alimentados con aguas de temperaturas variables.

Inicialmente podemos pensar que esto es fácil de conseguir manualmente. Si hablamos de un día frío, de pleno invierno, podemos considerar que a primera hora, elevando la temperatura de la caldera al máximo posible, aportaremos agua muy caliente a los radiadores, con lo que elevamos la temperatura ambiente al límite fijado y compensamos las pérdidas por transmisión al exterior. Si, posteriormente, vamos observando la temperatura exterior y, a medida que aumenta, vamos reduciendo la temperatura de la caldera, podremos mantener la temperatura del agua proporcionalmente a las pérdidas producidas.

Sin embargo, esto tiene graves inconvenientes, uno de ellos la constante intervención humana con todos sus defectos y, el más importante, la disminución de la vida útil de la caldera por la formación de sulfurosos.

Lo expuesto nos conduce a pensar que es necesario un automatismo que lleve a cabo la regulación de la temperatura del agua de calefacción de acuerdo con la temperatura exterior, ya que está es representativa del calor que es necesario aportar.

Para ello si la instalación de calefacción no dispone de una válvula mezcladora, la debemos instalar. La misión de esta válvula mezcladora es la de mezclar el agua muy caliente procedente de la caldera, con agua menos caliente procedente de los radiadores. En estas condiciones, enviaremos a los radiadores agua a la temperatura idónea, es decir, con la temperatura adecuada a cada momento y con relación a la temperatura exterior reinante.

Para medianas y grandes instalaciones, en las que no puede existir una habitación representativa de todas las demás, es necesario recurrir a reguladores que, como principio de su acción, tengan en cuenta la temperatura externa.

Dichos reguladores, basados en un principio eléctrico conocido como puente de WHEATSTONE, disponen de una sonda externa (resistencia variable a la temperatura), que mide constantemente la temperatura exterior, y de una sonda interna, que controla la temperatura del agua enviada a los radiadores, aumentándola cuando la temperatura en la calle descienda y reduciéndola cuando aumente.

Instalada y puesta a punto la regulación de temperatura se encarga automáticamente de aumentar o reducir la temperatura del agua enviada a los radiadores, disminuyendo el consumo de combustible, las pérdidas por radiación o transmisión en las tuberías y los despilfarros de energía que se originan al abrir las ventanas para reducir la temperatura y obtener un mejor confort.

No debemos de olvidar que una buena instalación debe contar con válvulas termostáticas en todos los radiadores, pero de ellas hablaremos en otro capítulo.

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